23.7.09

Demasiados ausentes para una situación dramática

Un comentario sobre "Cáritas in Veritate", por Marcelo Ciaramella,
sacerdote en Quilmes (Argentina) y licenciado en Ciencias Sociales y Humanidades

El título ya refleja mi sensación primera al leer el reciente documento papal sobre el desarrollo humano integral. La situación del mundo, esto es humanidad y entorno, se acerca al límite donde el tiempo para revertir la crisis se convertirá en cuenta regresiva.

Mis expectativas. ¿Qué esperaba que dijera un documento que intentaría reflejar una mirada cristiana del desarrollo humano? Esperaba un clamor urgente, más que una reflexión rica y valorable. El tiempo no está a favor. Esperaba una reflexión sobre la verdad, pero no como un monopolio de la fe católica, sino como una sinfonía que nace en la pluralidad para llegar a la unidad. Hubiera esperado alzar la voz contra la injusticia, la desigualdad, el genocidio y el ecocidio, en favor de los pobres de la señalando causas y causantes, obviando generalizaciones que parecen culpar por igual a víctimas y victimarios. En realidad hubiera esperado un documento interreligioso, intercultural, profético, esperanzador sobre la situación del mundo y con un llamamiento enérgico al cambio, ofreciendo caminos, denunciando maldades y omisiones, autocriticando el lugar que deberíamos asumir como Iglesia, llamando a gestos concretos de resistencia pacífica a la violencia del capitalismo liberal.

¿Sin ideología? La mirada del documento sobre el proceso de desarrollo mundial actual, intenta ser una mirada humanista, moral y no ideológica, según sus palabras. ¿Se puede prescindir de la ideología al analizar una realidad? No tener ideología, es tenerla. Decidir no hacer política, es hacerla. Está agotado el argumento de que la Iglesia no hace política o no se mete en política. No es realista pretender un análisis sin ideología. De hecho la mirada sobre el desarrollo económico es neoconservadora, con términos que pueden interpretarse "progresistas" (que hoy en día vaya uno a saber bien lo que es). Es llamativo ver el análisis periodístico. Cada medio ha interpretado palabras y términos según con que prisma lo haya visto. Para unos es progresista, para otras es nada, para otros es de derecha, para otros es una encíclica de izquierda de un papa conservador.

La Iglesia no tiene soluciones técnicas que ofrecer. Esta es una expresión textual del documento. Es curioso que los documentos sobre bioética o moral sexual ofrezcan a menudo soluciones técnicas, minuciosas en muchos casos, y las apreciaciones sobre moral económica o social, no. No se entiende por qué se utilizan dos métodos diferentes en estos dos ámbitos de la moral. En realidad no soy partidario de que los documentos ofrezcan soluciones, sino aportes desde nuestra visión cristiana para el diálogo con otras opiniones que habría que escuchar también. Algunos documentos parecen hablar desde algún lugar neutral que lo pone como más allá de la experiencia cotidiana de la vida en el mundo.

Demasiadas ausencias. En mi opinión hay algunas omisiones importantes dado el tema y la urgencia.

a) El capitalismo: Los obispos españoles interpretaron la no mención del capitalismo (y del socialismo, que tampoco es nombrado) como muestra clara -según ellos- de la prescindencia de las ideologías para analizar la situación actual haciendo el hincapié más bien en los valores morales. A mi juicio no se puede obviar al capitalismo, ni a su desarrollo histórico, ni sus distorsiones o perversiones, ni a su esencia que excluye toda moral, para analizar la situación actual. Creo también que no se pueden analizar algunos fenómenos contemporáneos como el de la globalización, sin conectarlos con el capitalismo neoliberal. Para el documento tanto el mercado como la globalización no son ni buenos ni malos, todo depende de cómo se usen. Las relaciones entre mercado y Estado no son de fácil resolución y el documento da por sentado que está resuelto con una ética que desembocaría en un mercado “más justo” y por eso hay que intentar darle un control de parte del estado y una moralidad. Exculpar a la globalización y el mercado como si fueran neutros y desconectados de su origen me parece desacertado. Pedirle justicia al mercado es pedirle “peras al olmo” como reza el refrán popular. La carta encíclica “El desarrollo de los pueblos” (Populorum Progressio) que el presente documento rememora 42 años después, citó con toda claridad al capitalismo abonado por “un liberalismo sin freno que conduce a la dictadura” (PP 26)

b) Los espacios de elaboración de un nuevo paradigma económico-social: No hay mención alguna de los múltiples espacios de reflexión y búsqueda de un nuevo paradigma que supere al modelo capitalista neoliberal incorporando el cuidado y regulación de los recursos de la tierra. Sociedad del trabajo, ecosocialismo, socialismo del siglo XXI, un mundo donde quepan muchos mundos y tantos otros son los nombres de estas búsquedas representadas por el Foro Social Mundial, los movimientos antiglobalización, los movimientos sociales, los pueblos indígenas, etc. Ni se los menciona ni se participa eclesialmente en ellos. El documento silencia estos procesos de búsqueda, aprendizaje y reflexión y propone una y otra vez una moralidad del desarrollo, del mercado, del comercio, de la política. Tal vez porque le otorga validez a un sistema pervertido y –a mi juicio- sin posibilidades de regeneración. Me pregunto: ¿Quién le pone el cascabel al gato? ¿Cómo se "moraliza" algo que ha nacido y crecido sin moral? ¿Cómo aceptaría el capitalismo neoliberal, representado por los organismos financieros y los países desarrollados, una ética humanista o cristiana que equivaldría a su extinción? Recordé una expresión del sociólogo francés Edgar Morin: "Hay que pensar de nuevo al desarrollo para poder humanizarlo. ¿Cómo integrar la ética? No se puede hacer una inyección de ética como se hace una inyección de vitaminas en un cuerpo enfermo. El problema de la ética es que debe encontrarse en el centro mismo de este desarrollo”. Hay que replantear el desarrollo partiendo de una ética, no es posible llenar de ética a un sistema que la considera una amenaza para las ganancias. Pero lamentablemente la Iglesia diríamos “oficial” (no así muchos cristianos) está ausente de los espacios de reflexión y elaboración de nuevos paradigmas quizá porque cree que basta hacer correcciones al presente modelo para “humanizarlo”. ¿Se puede humanizar un monstruo?

c) La relación entre libertad e igualdad. La igualdad de derechos entre seres humanos es hoy indiscutible. La libertad es un bien de inapreciable importancia. Para que haya igualdad debe haber límites y barreras al ejercicio del poder político y económico, restringiendo así la libertad. Pero demasiados límites al poder pueden llevar a un exceso "despótico" de las mayorías. Moraleja: mucha igualdad puede afectar la libertad. Más vale libertad con un poco de desigualdad. Cuanto más democracia, más peligro para la libertad. Libre comercio, libre mercado, libre flujo de capitales, más desigualdad. Esta discusión cobra relevancia al mirar la desigualdad crónica que subyace al desarrollo en el capitalismo como si éste no tuviera la capacidad potencial de igualar la condición de vida de la humanidad. El documento habla de la necesidad del desarrollo con igualdad. Pero no menciona al liberalismo como raíz de de la no valoración de la igualdad distributiva. Populorum Progressio sí lo explicita con claridad: “los países industrialmente desarrollados ven en ella (la regla del libre cambio) una ley de justicia. Pero ya no es lo mismo cuando las condiciones son demasiado desiguales de país a país: los precios que se forman "libremente" en el mercado pueden llevar consigo resultados no equitativos. Es, por consiguiente, el principio fundamental del liberalismo, como regla de los intercambios comerciales, el que está aquí en litigio”. (PP 58)

d) El Reino de Dios. En la eclesiología posconciliar el Reino de Dios es la razón de ser de la Iglesia. En la predicación de Jesús es indiscutible la centralidad del Reino. Este símbolo polifacético con el que Jesús anuncia la vigencia de la alianza de Dios con la humanidad, de su proyecto de humanidad nueva presente en su propia vida, no es mencionado. El Concilio Vaticano II y en especial el documento “Anunciando el Evangelio” (Evangelii Nuntiandi) de Pablo VI resaltan esa presencia del Reino que no es mera liberación humana sino obra de Dios; no es solo histórica sino también esperanza futura; no es abstracto o desencarnado sino un mundo nuevo realizado desde la comunidad de creyentes en diálogo con la humanidad. Un término tan neotestamentario y posconciliar como escurridizo en los documentos de la Iglesia de estos tiempos.

El ángulo de observación del documento parece ser elevado, de sobrevuelo, haciendo equilibrio entre realidades evidentes no nombradas y un reflexión válida pero inocua; entre las cosas como son y una especie de de temor diplomático a herir susceptibilidades. La responsabilidad de la situación de emergencia planetaria y humanitaria, con un sexto de la población mundial bajo hambre es claramente del capitalismo liberal, la economía de casino, y la dictadura del mercado encarnada en los países desarrollados y los organismos financieros internacionales de modo preponderante, aunque haya una multitud de otras influencias.

Desde abajo, desde el llano, desde el Reino y los pobres la situación es dramática y clama al cielo. Pide un cambio de paradigma y no meras correcciones. Pide un resarcimiento de los daños ocasionados a la humanidad. No podemos aceptar que el deterioro de la vida de los seres humanos haya sido un error de cálculo. Nos pide a los creyentes involucrarnos en esa construcción ubicándonos con claridad en alguna parte. De parte de los pobres de la tierra, creo sin dudar.

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